Equipo MCD Noviembre 2023
El 17 de diciembre los ciudadanos debemos decidir si estamos a favor o en contra de la nueva propuesta constitucional. Se ha comentado que es una decisión binaria, Si o No, blanco o negro. Pero no es así. Rotundamente no. Existe la posibilidad de votar nulo o blanco, y tan evidente es la realidad de esta alternativa, que en la pasada elección de consejeros constitucionales, el 21,5% se inclinó por esta opción.
Nótese lo siguiente. Votar nulo o blanco no es abstenerse, no es quedarse en la casa porque “es perder el tiempo” o “no tener ganas”. No, nada de eso, por el contrario, es decidirse activamente por hacerse oir, por plantearle a la comunidad política que ninguna de las alternativas le complace. Aparentemente, el hecho de tomarse un buen tiempo, de gastar recursos para movilizarse hasta el lugar del sufragio, para finalmente tomar la cédula, entrar a la cámara y cerrarla, puede parecer un acto absurdo, ineficaz y sin sentido. Sin embargo, en muchos casos es todo lo contrario, pues refleja una tremenda motivación personal por participar en un acto democrático, por hacerse escuchar, por tomar muy en serio la responsabilidad como ciudadano en el devenir de la nación.
Es probable también, que muchos de los que optan por el voto nulo o blanco, no se toman la molestia de ir a votar sino fuera porque el voto es obligatorio y tiene sanción. Nótese que la obligatoriedad fue impuesta luego de que la clase política observó con pavor que solo una minoría de ciudadanos acudía a sufragar – signo inequívoco de su deslegitimidad. Rápidamente la izquierda y la derecha se unieron para imponer el voto obligatorio.
La clase política ha ignorado absolutamente el dato de que en las pasadas elecciones de consejeros constitucionales, casi 2 millones setecientos mil chilenos que fueron a sufragar, no hayan marcado ninguna preferencia. Sin embargo, tal dato es la punta del iceberg de un problema central del sistema político: El descrédito del Parlamento y los Partidos Políticos. Todas las encuestas revelan que el nivel de legitimidad y aprobación son bajísimo, diríamos ínfimos, si los evaluamos en relación a lo que se espera de una democracia sana y pujante.
Lo anterior, sin duda debió haber sido un elemento diagnóstico clave a considerar por “Expertos” y “Consejeros” al momento de plantear un nuevo texto constitucional. El sistema político es el corazón de una Constitución, y por lo tanto sería lógico haber esperado propuestas importantes –estructurales dirían algunos – para enfrentar tal desafío.
La leve disminución del número de diputados, la exigencia de mayores porcentajes para la obtención de escaños por Partido Político en la cámara de Diputados/as, son disposiciones claramente insustanciales. Que haya 7 partidos o que haya 15 partidos con representación parlamentaria, en nada alterará el hecho de que con la actual o la nueva Constitución, los Partidos Políticos y sus integrantes seguirán colonizando el Estado, degradando a las empresas estatales, corrompiendo la administración pública, inventando fórmulas para apacentarse a sí mismo y a sus amigos, preocupados por ser electos o reelectos, haciendo malas leyes, entre otras aberraciones, que arruinan la convivencia democrática. En otros artículos, profundizaremos en la crisis de la democracia- en el contexto de un diagnóstico más general sobre la situación económica, cultural y de seguridad que enfrenta nuestra patria, desde hace algunos años.
En definitiva, tanto la actual constitución, como la nueva propuesta a plebiscitar, no responden adecuadamente al tema central de la crisis de la democracia y en consecuencia, es de toda legitimidad protestar claramente con un voto nulo o blanco.
Votar nulo o blanco es pues plenamente válido por las razones ya expuestas y por otras, las que exponemos sucintamente:
-No fuimos consultados para dar curso a este proceso constitucional 2.0. El proceso se inició de manera muy particular: Los Partidos políticos (Izquierda y derecha unidas, con la excepción de Republicanos) dictaminaron que un grupo de “expertos” nombrados por ellos mismos redactara una nueva Constitución, debatida luego por un Consejo y sometida actualmente a plebiscito.
-Dado lo que indican las encuestas, un sentimiento mayoritario de rechazo al proceso se manifestó prácticamente desde su comienzo. Evidentemente no podía tratarse de un rechazo al texto, sino al proceso mismo. Existe lo que algunos denominan “Fatiga Constitucional”, pero a nuestro entender es mucho más hondo que eso, es un rechazo y enojo con la clase política.
-Desde otro ángulo, los que llaman a aprobar suelen argumentar que es necesario cerrar el proceso constitucional, para dar certezas y estabilidad. Nada más alejado de la realidad, pues la supuesta “estabilidad” constitucional es una ilusión. Ilusión porque en el mejor de los casos, un “a favor” levemente por sobre el 50%, que es lo que podemos imaginar, es absolutamente inestable. Sería una victoria “Pírrica” de la derecha. Ningún país puede tener una estabilidad constitucional con un rechazo a la Constitución cercano al 50%.
-El voto “en contra” podrá ser aprovechado por el Gobierno y por partidos de izquierda, y por lo tanto no es verdad que es una derrota de los partidos o de la clase política, sería una derrota solo de la derecha y de algunos partidos de centro que pudieran decidirse por el “a Favor”. Mientras que del voto nulo o blanco, ningún partido o sector se podrá apropiar y claramente será considerado una derrota para la clase política, un auténtico voto protesta.
-Claramente, cualquiera sea el resultado, un gran caudal de recursos financieros que el Estado obtiene con los impuestos de todos los chilenos, habrá sido malgastado, o gastado inútilmente, peor aún, en un escenario económico tan delicado para muchos de nuestros compatriotas, que ven amenazadas sus fuentes laborales, y sus perspectivas de progreso material. Hagamos presente nuestro malestar con toda la corporación política por este proceso.
Reflexiones finales:
Votar nulo o blanco no debiera considerarse como una opción en la mayoría de los procesos eleccionarios. La propuesta actual es una excepción. Por ejemplo, por ningún motivo hubiera votado nulo en el proceso pasado de la convención constitucional. En tal caso no daba lo mismo el proyecto estatista, indigenista y plurinacional que mantener la actual Constitución. De hecho el porcentaje de votos nulos o blanco fue ínfimo. Igual reflexión podría hacerse sobre el plebiscito del 5 de octubre de 1988. Uno voto neutral, nulo o blanco no tenía sentido.
Desde nuestro punto de vista, cualquier nueva iniciativa constitucional, deberá ser planteada en los programas de gobierno en dos años más. Desde ya, en nuestro Movimiento de Centro Democrático estudiaremos un proyecto de cambio acotado a algunos capítulos y artículos especialmente en el tema de los Partidos Políticos y Parlamento. Mientras tanto esperamos que el Gobierno gobierne y los parlamentarios legislen sobre los abundantes desafíos de nuestra convivencia.