Claudio Muñoz Mesa. Santiago, Noviembre 2023
La historia, hasta nuestros días, no es la historia de la lucha de clases, tampoco la lucha del hombre contra el hombre, sino la historia de la convivencia entre las personas, comunidades y el Estado. En efecto, la búsqueda de la mayor sinergia y armonía entre estas entidades, es el fruto largamente soñado por las generaciones de hombres y mujeres de buena voluntad, hasta nuestros días.
Naturalmente que la vida también está plagada de conflictos, entre personas dentro de las comunidades, entre las comunidades y el Estado, pero elevar el conflicto destructivo, la lucha violenta, la victoria y el aplastamiento del adversario a las categorías explicativas y fundantes del orden social y del devenir histórico, es propio de doctrinas e ideologías que justifican y conducen necesariamente a la tiranía, la dictadura, la dominación y a la muerte.
La convivencia entre las entidades sociales no significa negar los intereses contrapuestos, las tensiones de la competencia, los atropellos e injusticias, sino que, al amparo de un Estado que busca incansablemente el bien común, fomentar el diálogo, fomentar la originalidad y los talentos de personas y comunidades, de tal manera que aún en las discrepancias, sepamos encontrar las soluciones más creativas y creadoras de vida, del desarrollo integral.
Aterrizando estos trazos de filosofía de la historia a nuestra realidad contingente en el Chile de hoy, debemos resaltar notoriamente dos hechos fundamentales:
- El primero, que estamos en un período crítico de nuestra historia reciente.
- El segundo, es la ausencia o vacío total de partidos políticos de centro, que tengan una clara identidad – ni liberal ni estatista- en lo relativo a la relación Persona, comunidades y Estado.
Con respecto a lo primero, los indicadores de la crisis son incontables. Crímenes sin investigación ni castigo a los culpables; Gobiernos sin relato, orientación ni convicción; Mediocridad del debate parlamentario; Proceso Constituyente sin reglas claras, con un espúreo origen en la violencia octubrista; Legitimación de la violencia como método político y respaldado en amplios sectores de la comunidad; Estancamiento económico; Alto grado de Inequidades, abusos y desigualdades; Deslegitimación de instituciones del sistema político.
Con respecto a lo segundo, es decir al centro político vacío, es oportuno recordar que no siempre ha sido así.
En el siglo veinte, el partido Radical, seguido luego por la Democracia Cristiana, fueron, con altos y bajos, los representantes de este sector. En el inicio de la transición democrática, surgió como un cometa, Francisco J. Errázuriz, que de la nada y con el lema del “centro – centro”, alcanzó 1 millón de votos, asunto aún más relevante, si se considera que la Democracia Cristiana logró un histórico 30%.
De la mano del sistema binominal para elección de parlamentarios, se fueron perfilando dos grandes corrientes. La centro izquierda (cinco periodos presidenciales) y la centro derecha (dos períodos presidenciales).
Por otro lado con el cambio a un sistema proporcional, se ha vivido una eclosión de partidos que suelen unirse por pura conveniencia electoral y bajo nominaciones absolutamente sin contenido (Frente Amplio, Nueva Mayoría, Chile Vamos). Ninguna coalición o partido histórico ha tenido vocación o interés de situarse en el centro. Porque los partidos que se dicen de centro izquierda, que prometen nunca aliarse con un partido de centro derecha, en realidad son de izquierda y lo mismo vale para aquellos de centro derecha.
En este escenario, celebramos con mucha esperanza la conformación del partido “Amarillos por Chile”, que entendemos se ha definido claramente como partido de Centro, situación similar a “Demócratas”. También el “Partido de la Gente” ha intentado plantarse en el centro político, pero el intrínseco caudillismo del partido, la falta de doctrina y la indisciplina parlamentaria, los han conducido a cierta irrelevancia. Amarillos y Demócratas están en etapa de consolidación, pero no se vislumbra aún la factibilidad y el ánimo por liderar una poderosa alternativa a la izquierda y la derecha. El resultado final es que el centro político está medio vacío, no hay un partido fuerte con tales características.
Así pues, estimamos que para la realidad de Chile aquí y ahora, es urgente y del todo necesario, que al menos un partido o movimiento ciudadano, pueda proponer a la ciudadanía una plataforma relevante que responda y canalice los sueños y demandas de una amplia gama de ciudadanos cansados de votar por el “menos malo”, o que se quedan en la casa murmurando contra los “malos políticos”.
En el perfilamiento de un partido de centro, creemos que se deben delimitar al menos tres requisitos: Posicionamiento, Doctrina, y Programa.
El posicionamiento tiene algo de geometría y algo de psicología. De geometría, porque efectivamente, estar en el centro, es reconocer que es un punto intermedio entre los extremos, y que esto es distinto en cada situación histórica. De alguna manera – debe reconocerse – que un gobierno de centro deberá tomar ideas o inspiraciones de ambos costados. Esto no debe demonizarse, más bien ensalzarse.
Es psicológica porque hay que creerse el cuento de que ser de “centro” no es estar donde “más calienta el sol”, no significa tomar un poco de la izquierda y otro poco de la derecha, no significa hacer propuestas “aguachentas” que dejen conforme a todos. Todas esas son meras caricaturas de gente que prefiere ver todo blanco o todo negro, que prefiere ajustar la realidad a solo dos modelos, que prefiere considerar como enemigos a los que no piensan como él. En vez de lo anterior, la disposición psicológica fundamental debiera ser valorizar la diversidad de ideas, aceptar, valorar y promover el diálogo y los argumentos de los que no piensan como uno, valorar las soluciones que armonicen intereses y proyectos diferentes.
Una derivada de estas dos ideas, es que un partido de centro debe ser categórico a la hora de reconocer verdaderamente quiénes son sus potenciales aliados. Debe exigir que si un partido que se dice de centro derecha y no es capaz de formar gobierno con partidos o facciones de centro izquierda, entonces su denominación es falsa e injusta. Debe declararse como un partido de derecha simplemente. Lo mismo para partidos o facciones de centro izquierda.
Sin embargo, el posicionamiento no basta. Efectivamente, el centro, como opción política, es más que un punto medio o una mera combinación de las ideas de derecha e izquierda. Sin un requisito doctrinario, filosófico mínimo, se construirá un programa y un movimiento sin sustento, llamado a convertirse en un cometa en la historia, a la manera del “Centro – Centro” ya señalado. Por eso es tan importante que un partido de centro tenga una doctrina mínima, de tal manera que, por un lado oriente a sus partidarios en la discusión política y también la búsqueda de potenciales aliados.
En términos precisos, estimo que un partido de centro en Chile hoy debiera tener los siguientes cuatro ejes doctrinarios en que sostenerse:
- Visión de la historia que ponga acento en la libertad y la cooperación fraterna, distanciándose de los polos del conflicto y del inmovilismo.
- Fomentar la conversación y las relaciones pluriclacista. Debe hacer un especial esfuerzo por incorporar en su discurso, su estructura y su programa a las distintas clases o estratos sociales, con sus intereses, sus culturas y sus aspiraciones.
- Un tercer elemento es la opción del modelo de economía social de mercado, en que convivan una fuerte apuesta por la sociedad civil y un Estado director y fomentador del desarrollo; Que fortalezca el salario familiar; Que garantice los equilibrios macrosociales junto a los macroeconómicos, entre los más importantes.
- Un cuarto eje es la promoción y dignificación de la democracia, dando centralidad el concepto de “poder para servir”.
Resumiendo, los principios de un partido de centro en el contexto de la realidad de nuestra sociedad podrían expresarse en esta síntesis: Democracia con énfasis en el principio de poder para servir; Economía social de mercado base del desarrollo; Pluri-clasismo integral y con una visión histórica que enfatiza conjuntamente la cooperación y el esfuerzo individual, para la construcción permanente de la comunidad nacional.
Finalmente, es necesario un programa de gobierno que abarque los principales énfasis de un gobierno de coalición. A nuestro juicio, considerando la actual encrucijada del país, debiera centrarse en estos cuatro ámbitos:
- Enfrentar decididamente el tema del orden público, los altos niveles de inseguridad y violencia contra las personas.
- Salir del estancamiento económico y del empleo precario y de baja calidad, fortaleciendo el rol de fomento del Estado en áreas seleccionadas, reorientando las políticas públicas para mejorar aquí y ahora la distribución del ingreso y los beneficios del crecimiento
- Reforma y legitimación de la institucionalidad democrática, con especial énfasis en el control de las corruptelas por la sociedad civil y la limitación drástica del poder de los partidos políticos. Este último punto requiere si o si reforma a la Constitución, sea la actual o la posible después del plebiscito de diciembre.
- Incentivar una cultura favorecedora de valores y actitudes positivas como: El diálogo eficaz en la comunidad política, centralidad de la familia en el cuidado y crecimiento de la niñez, el respeto a la propiedad pública y privada, el rechazo de toda forma de violencia entre ciudadanos, entre otros.
Concluyendo: como Movimiento de Centro Democrático, creemos firmemente que pensar, diseñar, crear y desplegar una vanguardia política para llenar este tremendo vacío de “centro político” en nuestro país, es hoy una tarea ineludible y necesaria, que la historia sabrá reconocer.