LOS NÁUFRAGOS DEL JONATHAN

https://web.archive.org/web/20130526104240/

http://es.scribd.com/doc/15898905/LOS-NAUFRAGOS-DE-JONATHAN-VERNE.

La isla Hoste es muy poco conocida por los chilenos. Se ubica al sur del canal Beagle, al poniente de la Isla Navarino. Su extremo sur, está cercano al cabo de Hornos, unos 50 kilómetros aproximadamente. El perímetro costero es sinuoso, laberíntico, retorcido, con decenas de bahías, fiordos, penínsulas, ensenadas y roqueríos. Es inmensa, 4100 kilómetros cuadrados o 410.000 hectáreas, cuatro veces más que la superficie urbana Santiago. Tiene montañas que se elevan 1400 metros sobre el nivel del mar y según Wikipedia “El viento predominante es del oeste y sopla casi en forma continua y sin interrupción” y su población es de 11 habitantes.

Julio Verne debe haber leído algo sobre estos territorios y fruto de su fértil imaginación, escribió una novela que se podría caracterizar como de sociología ficción. No fue la única de ese tipo (“Paris en el siglo XX” es notable). Tampoco fue la única en que algunos escenarios se ubican en territorio chileno. En “Los hijos del capitán Grant” se relata una escena delirante en el sector de Concepción.

La novela comienza con su personaje principal Kaw Djer – autoexiliado en la isla Nueva – recibiendo la noticia de que tal isla pertenece a Chile, según el tratado Chileno-Argentino. Eso troncha el sueño de vivir en un lugar donde “nadie era depositario de ningún poder y se podía vivir al margen de todas las costumbres, de todas las leyes, gozar de la más completa libertad”. Por esa razón emprende viaje al sur en una exigua canoa, hasta la isla Hornos. Allí, un barco, el “Jonathan”, que 15 día antes se había hecho a la mar en San Francisco, Estados Unidos, a consecuencia de una temible tormenta en el Mar de Drake, está a punto de naufragar y Kaw Djer acude en su ayuda, logrando llegar a duras penas a un sector de la mencionada isla Hoste.

El Jonathan, con. “Más de mil emigrantes, reunidos por una Sociedad de colonización, se habían embarcado hacia la bahía de Lagoa, donde el Gobierno portugués les había otorgado una concesión”. Los emigrantes estaban constituidos por un conjunto variopinto de europeos, y estadounidenses que se dirigen a África del Sur. Verne sintetiza así: “Todas las situaciones sociales, a excepción de la riqueza, estaban representadas en aquella población híbrida, que era un microcosmos, una imagen a escala reducida de la especie humana”.

Desde el principio de la estadía en Hoste, Verne expone el conflicto sobre el poder y “el modelo” diríamos en la actualidad: “El tal Lewis Dorick profesaba teorías análogas a las de Beauval, llevándolas un grado más adelante. En tanto que éste preconizaba un socialismo en el que el Estado, único propietario de los medios de producción, repartiría a cada cual su empleo, Dorick ponderaba un comunismo más puro en el que todo sería a la vez propiedad de todos y de cada uno.”.

Entonces, tenemos a un anarquista o liberal libertario como Kaw-Djer, a un socialista estatista como Beauval y a un comunista utópico como Dorick. El primero, en vista del caos inicial y contra todos sus principios asume el rol de Jefe, 

 Mientras Verne describe la batalla por un feroz invierno, las complicaciones de la economía, los dramas familiares y personales, el Kaw Djer, viendo las injusticias cometidas por algunos forajidos medita: “El hombre, ¿es, pues, así? Esas leyes imperfectas que le obligan y le fuerzan a sacar partido de su inteligencia contra la fuerza bruta de las cosas, que tienden a limitar el despotismo de unos y la esclavitud de otros, que sujetan por la brida el instinto del odio, estas leyes, ¿son, pues, necesarias, y es necesaria la autoridad que las aplica?” 

La novela toma un nuevo giro cuando un barco de la Marina chilena llega a Hoste. El representante del Gobierno chileno les ofrece convertirse en nación soberana,…”El comandante no desperdició ningún argumento para convencer a los interesados. Les hizo comprender cuáles eran los móviles del Gobierno y cuán ventajoso era para unos emigrantes establecerse en una región cuya posesión se les aseguraba. No dejó de recordarles la prosperidad de Punta Arenas y de añadir que Chile consideraría su deber acudir en ayuda de la nueva colonia”. Inesperadamente,  Kaw Djer abandona la isla y los náufragos ahora convertidos en colonos, tienen el pesado deber de formar una nación, donde los “modelos” de sociedad entran en conflicto…

Dejamos hasta aquí la reseña para animar al lector a leerla y recrear su espíritu.

Debemos también señalar que, cuando leí esta novela hace más de medio siglo, no se había descubierto en realidad que el hijo de Julio, Michel Verne, la publicó después de la muerte de su padre y le hizo variados cambios. José Miguel García de Fórmica-Corsi, los sintetiza así:

“La sencilla novela original consta de 16 capítulos, sin división en partes. Michel Verne suprimió cinco de esos capítulos, mantuvo 11 (con importantes modificaciones) y añadió 20 más, completamente de su propia cosecha, hasta llegar a los 31, divididos en tres partes. Las supresiones tienen lugar en la parte inicial del libro: Michel prescinde sin contemplaciones de las descripciones históricas, geográficas, etnográficas y naturalistas del escenario magallánico, para ir enseguida (capítulo 3) al tropiezo del Kaw-djer con los náufragos del Jonathan. Curiosamente, entre lo suprimido también figura todo lo relativo al encuentro del protagonista con los misioneros cristianos que intentan convertir a los indios: en Los náufragos del Jonathan no aparece uno solo de ellos, ni menciones a las iglesias que se instalan en la colonia de Liberia ni, por supuesto, hay conversión final del protagonista”. 

Siguiendo a García de Fórmica-Corsi, el escrito original de Julio Verne se ha publicado en España como  “El ácrata de la Magallania”. Así es que estamos obligados a leer ambos. Pero, debo añadir, que si queremos imbuirnos de las descripciones “naturalistas del escenario magallánico”, debiéramos leer a un conocedor profundo de la zona: Francisco Coloane Cárdenas. Solo leyendo a Coloane, me compenetré de la soledad, el mar tumultuoso y abismal, y por sobre todo, el frío y penetrante viento, siempre el viento, compañero inseparable de todo habitante de la zona. 

Y una última reflexión: Los chilenos no debiéramos amar un poco más esta isla, y para ello ¿No debiéramos conocerla un poco más, y sobre todo vivir en ella para mostrarla al mundo, en toda su majestad? ¿Sabemos los chilenos que la zona del Cabo de Hornos es para muchos el “Everest” de kayak y veleristas? ¿Se podría aprovechar la milésima del viento para tener una isla y una región que sea totalmente libre de emisiones y de residuos contaminantes?  

CMM – 2023

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