Claudio Muñoz Mesa. Santiago, noviembre 2023
El 20 de Agosto del año 1820, con un Santiago de 46.000 habitantes aproximadamente, se inauguró hasta ese momento, la mayor obra de irrigación en nuestro territorio, el canal San Carlos, que cruza la ciudad de Santiago de sur a norte, captando aguas desde el río Maipo, a la cuenca del Mapocho, en un recorrido de más de 30 kilómetros. Junto con la red de canales secundarios, se logró dar riego suficiente y seguro a más de 90.000 hectáreas. Además, desde el año 1912, en las primeras secciones de su recorrido, se construyó una planta de generación hidroeléctrica, actualmente en pleno funcionamiento. Desde el año 1827 este sistema hidráulico se encuentra bajo la administración de una organización de la sociedad civil, cuyo primer presidente del Directorio, Ramón Eyzaguirre es un testimonio ejemplar de laboriosidad, profesionalismo y visión de futuro.
Un hecho que merece ser destacado es el referido al largo periodo de construcción. En efecto, los primeros intentos con presupuesto incluido datan de 1743, es decir que para su materialización transcurrieron 78 años. El actor social que siempre empujó hacia adelante con esta iniciativa, fueron los vecinos de la ciudad, pues veían en esta obra la solución al regadío de arboledas y jardines en el periodo estival, lo cual se hacía crítico en los años de sequía. También era la solución a un problema de transporte hacia el sur, pues el camino desde el centro de la ciudad hasta el río Maipo era una llanura seca, un espinal peligroso de transitar, por la presencia de bandoleros que asaltaban a desprevenidos viajeros.
En los documentos históricos, no se encuentra primordialmente la idea de hacer una obra con sentido económico, de ser una palanca de desarrollo agropecuario. En esta materia, la idea que más inquietó a los políticos de la época era cómo el gobierno podría recuperar la inversión a través del cobro del uso del agua a los agricultores favorecidos.
Esta mega construcción como se la catalogaría hoy en día, realizada a golpe de chuzo y pala por nuestros esforzados y anónimos trabajadores, tuvo en todo su largo periodo de construcción altibajos en su ritmo de avance, en los que se mezclaban factores acelerantes como las sequías y desfavorables como las carencias de presupuesto, los errores de cálculo de los inexpertos topógrafos, las dificultades para acordar un sistema de cobro por su uso a los dueños de propiedades favorecidas, las luchas políticas, incluyendo por cierto la revolución por la independencia del Imperio Español y algunas resistencias sociales de las cuales es interesante referirse.
En efecto, hay evidencia en la documentación revisada por estudiosos e historiadores, de dos tipos de reclamos: Los parceleros que alegaban un perjuicio a sus intereses pues al pasar el canal por su propiedad iba a dejarla incomunicada y otras más elaboradas, como lo expusieron algunos propietarios del valle de Santiago que poseían plantaciones regadas y que pensaban que con la incorporación de nuevas tierras el precio de sus productos disminuiría.
Miradas desde la óptica actual, las ventajas del canal han sido evidentes, riego de grandes extensiones para producción agrícola, regadío de parques y de espacios públicos, y aspectos que ni se les pasaron por la cabeza a sus impulsores, como es la ya mencionada fuente de generación eléctrica y especialmente en la actualidad, un eficaz contenedor de aguas lluvias.
Transcurridos algo más de 200 años desde la señalada inauguración, la nación chilena se encuentra en plena ebullición política, y atravesada por una cierta parálisis económica. En este contexto, han surgido iniciativas para realizar proyectos que – pese a la distancia – guardan similitud con nuestro Canal en comento, los cuales proponen en líneas generales trasladar aguas desde el sur hacia la zona central y norte. A nuestro juicio, sería de interés reflexionar sobre algunas enseñanzas o lecciones que podrían servir para impulsar obras de magnitud y propósitos similares. Nos referimos a continuación a dos de ellas.
Las resistencias y el apoyo ciudadano. Está claro que obras publicas tan importantes, van a tener detractores y resistencias. Hace algunos años, el proyecto de “carretera hídrica” se presentó en sociedad”, y las críticas llovieron: Comunidades de pueblos originarios que defendía agua y territorios; Expertos que sostenían que lo importante era el manejo de cuencas, de la mejoría de la eficiencia del riego, que se sospechaba de efectos negativos sobre el mar, del peligro de los terremotos; Alcaldes de las zonas cordilleranas que se sentían afectados.
Muchas de estas críticas tienen fácil respuesta, pero lo importante es no subvalorarlas. La actitud ganadora es aquella que sabe perfectamente que –tal como sucedió en el Canal San Carlos – lo importante es ganar la mayoría de las fuerzas sociales. Enfrentar las resistencias debe ser visto como una batalla con adversarios poderosos y por lo tanto generar estrategias ganadoras. Así por ejemplo, se debe hacer escuchar la voz a un actor que se beneficiará: Alcaldes y población de alrededor de 50 o más comunas de la zona centro norte. Incluso, dado el efecto regionalizador de estas iniciativas, conquistar el apoyo de los habitantes de Santiago con el evidente concepto de que va a limitar su crecimiento poblacional, cuestión que concita amplio apoyo ciudadano. Ofrecer a los Municipios cordilleranos, alguna ventaja, como sería el apoyo a una energía eléctrica más limpia y barata, punto que desarrollamos más adelante.
Otro factor que debiera estudiarse es el relativo a la iconografía. Sería interesante que el ciudadano perciba cómo podrían verse los campos actuales de secano interior con un manejo sustentable y productivo por ejemplo. Lo que uno percibe de las actuales presentaciones de la “carretera hídrica” por ejemplo es el énfasis en lo “racional – productivo”, lo cual se hace de manera impecable, pero hay carencia de lo que podríamos denominar un enfoque “emocional – desarrollista”.
También otra línea estratégica para enfrentar las resistencias, especialmente de las generaciones más jóvenes, es incluir en el proyecto, la integración en el recorrido de los canales, de sistemas de producción de energía limpia, como torres eólicas, pequeñas obras hidraúlicas aprovechando la corriente del canal, y placas fotovoltaicas que cubran su estructura. Una inversión en esta área nos parece vital para su aprobación ciudadana. En un contexto de cambio climático, de incremento mundial de la temperatura, es aconsejable ligar este tipo de obras para la utilización integral del agua, incluyendo la prioritaria para consumo humano y la función cada vez más frecuente de servir como sistema recolector de aguas lluvias que eviten las catastróficas inundaciones en los valles centrales.
Convivencia entre sociedad civil y Estado. La historia de la humanidad hasta nuestros días, es la historia de la convivencia entre las personas, comunidades y el Estado. Estimo que la historia de esta obra es un buen ejemplo, de cómo se pueden armonizar roles, capacidades e intereses de los distintos actores que participaron. Esta es una lección para el presente y el futuro, pues una de las grandes posibilidades de crecimiento económico es sin duda la agroindustria exportadora de tipo mediterráneo, para lo cual los sistemas de regadío son fundamentales. En este plano de ideas, sería interesante la opinión reflexionada de los actuales administradores de esta obra, acerca de las lecciones para los tiempos actuales que pudieran ser útiles, tales como: Los mejores mecanismos para el cobro por el uso del agua; Las mejores prácticas y formas de organización para el manejo de canales y embalses por parte de los beneficiarios; Rol del Estado en estas materias.
Sean estas líneas un sencillo homenaje a todos los trabajadores y las trabajadoras que entregaron y entregan parte de sus vidas, su inteligencia, sudor y esfuerzo a esta obra que por más de 200 años acompaña a los capitalinos hasta nuestros días, ejemplo del resultado de la cooperación humana.